FUJIMORI ES UN DELINCUENTE
Hasta ahora me cuesta entender por qué en el Perú una gran mayoría, no se atreve a llamar a las cosas por su verdadero nombre. ¿Es que debe sentir temor el ciudadano que afirma algo que se ajusta a la verdad.? Pienso que no. Creo que hay que temer a la mentira, a la difamación, a la calumnia, a la injuria, más no a la verdad. Más aún, es un deber moral decir la verdad.
Cuando afirmo que Alberto Fujimori Fujimori es un delincuente, me ajusto estrictamente a la verdad, pues se trata de un reo que ya tuvo una primera sentencia judicial, sin considerar que han quedado pendientes, por razones procedimentales de la extradición, otros numerosos delitos, a cuáles más graves. Para mí, el peor de todos, el de traición a la Patria.
Deseo expresamente referirme a un delito cometido por el fujimontesinismo a fines de 1992, cuando después del “autogolpe” del 05 de abril del citado año, el nefasto régimen empezaba a mostrar al país sus feroces garras de abuso y corrupción.
El 29 de diciembre de 1992 se escribió una de la páginas más infames de nuestra Historia diplomática. Mediante Resolución Suprema Nº 453/RE-92 se cesó masivamente a 117 funcionarios diplomáticos de carrera. Este delito cometido constituyó una flagrante violación de los Derechos Humanos, delitos éstos que por lo demás, no prescriben. Un injustificable atropello que cobró más de una vida. Que perjudicó familias enteras y que constituye un problema que hasta la fecha, lamentablemente, todavía no sólo no se resuelve de una manera justa, sino que se continúa dañando a los perjudicados.
El arbitrario y anticonstitucional cese fue dispuesto por los en ese entonces, Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Relaciones Exteriores, Oscar de la Puente Raygada y por el Presidente de la República, Alberto Fujimori, quienes contaron para ello, con la complicidad de una cúpula corrupta enquistada en la Cancillería, cuya mayoría de sus integrantes, gozan en la actualidad de impunidad e increíblemente nos representan en el exterior en importantes cargos diplomáticos.
No satisfecho con su infamia, el ex Primer Mandatario de la Nación, entre otras desafortunadas expresiones difamatorias, manifestó a los medios de comunicación social del país y del extranjero, sin precisar nombres, que algunos de los diplomáticos cesados habían sido pasados a la situación de retiro por comportamiento homosexual escandaloso, afirmaciones éstas, con las cuales arrojó sombras de sospechas sobre todos los diplomáticos expulsados respecto a la corrección de su comportamiento social, lesionando gravemente su honor y buena reputación.
Al gran daño moral ocasionado a los cesados, siguió la pérdida del trabajo por varios años, en mi caso casi diez, lo que representó para muchos, no sólo severos daños económicos, sino también el deterioro de la salud y la estabilidad familiar. Destruyó proyectos de vida. Jamás recibimos un centavo de reparación económica, a pesar que algunos obtuvimos sentencias favorables en todas las instancias judiciales, que reconocieron la violación de nuestros derechos constitucionales y por ende humanos.
Este es pues otro de los graves delitos cometidos por el delincuente Fujimori Fujimori, quien hoy se presenta como “una mansa paloma” que adolece de pérdida de la memoria, al igual que los militares de alta graduación que formaron parte de su comparsa y que también afrontan juicios penales.
Con cuánta razón el apologista cristiano Quinto Septimio Florente Tertuliano decía: “Los malhechores rehúsan andar en público, procuran esconderse; presos, tiemblan; acusados, niegan; en el tormento, con facilidad confiesan; condenados, se entristecen; sentenciados, se descargan; aún cuando padecen la pena por el delito que confesaron, apartan de sí la culpa, atribuyendo la fealdad de la maldad a la fuerza de la estrella o de su hado”.
Hoy continúan los maltratos a quienes fuimos cesados, pues el futuro de la carrera diplomática se torna incierto y paradójicamente preside la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso de la República, que evalúa la Ley del Servicio Diplomático del Perú, “el médico de cabecera” del delincuente Fujimori. Por favor, fíjense en el aberrante precedente que se está sentando. Es decir el día de mañana, cualquier funcionario público de los Poderes Legislativo o Ejecutivo, que sea abogado, podrá como en la Medicina, poner su profesión al servicio de cualquier otro delincuente del hampa peruana o internacional, como en el presente caso. Y no se diga que es ad honorem el servicio que se presta, pues ahí no radica el severo cuestionamiento. Es un problema de índole moral. Es una cuestión de ética profesional. Así de simple.
EDUARDO CARLOS CARRILLO HERNÁNDEZ
Embajador en el Servicio Diplomático del Perú
jueves, 19 de junio de 2008
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